El eje central de la pieza de Orwell abarca el nivel comunicativo de la información y, por consiguiente, de la manipulación de la misma. La novela, de hecho, se basa en la construcción de la Verdad, vehiculada a través de una cadena de verdades, con el objetivo de fidelizar a la comunidad para que abandone sus pensamientos individuales y los plasme según los ideales del Partido.
Los habitantes de Oceanía, más bien, deben empezar a pensar por contrastes, adoptando un idioma nuevo, sin ningún tipo de posibilidad de expresar conceptos enredados, ni que puedan remitir a opiniones diferentes sobre el mismo tema.
Entonces, sería más oportuno aseverar que la cadena de verdades establecidas por el sistema totalitario, encadena a la población entera, a Winston y a Julia, atrapados en un mundo de pantallas, donde cualquier palabra o comportamiento fuera de lugar se convierte en una deuda con la vida misma.
En la obra, es el funcionario O'Brien el encargado de desviar tanto las emociones como las creencias de los protagonistas, por medio de una propaganda escrupulosa e inhumana. Tras engañar a Winston y a Julia, ensayando una rebeldía inexistente e intachable en contra del gobierno, tortura su cuerpo y su mente, hasta transformarlos en meros autómatas, o mejor dicho, en envases vacíos, amarrados sin salida en las pantallas infernales de Oceanía.